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El abrigo de Acacia Uceta
de tu vuelo infinito me hace nido.
Gaviota enamorada soy del aire
que sostiene tu amor y mi estatura.
Justificada en todo mi potencia.
cuna del mar y el me viento me he sentido
solo porque elegiste mi envoltura
para alojar en ella tu destello.
Si toda la grandeza que creaste
cabe dentro de mi cuando te miro.
¡que absoluta alegría compartida!
Si pudiera quererte
como tu al elegirme por abrigo,
si llegara al final
siendo refugio de tu amor tan solo.
¡que plenitud gozosa
sentir tu antorcha firme entre mis alas,
rasgar con ella el frío de la noche
y la noche hacer día con tu fuego!
Poema de la despedida, José Angel Buesa
Te digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizás no he de olvidarte… Pero te digo adiós
No se si me quisiste… No se si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No se si te amé mucho… No se si te amé poco,
Pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo… Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Carta I, poema de amor de Idea Vilariño
Como ando por la casa
diciéndote querido
con fervorosa voz
con desesperación
de que pobre palabra
no alcance a acariciarte
a sacrificar algo
a dar por ti la vida
querido
a convocarte
a hacer algo por esto
por este amor inválido.
Y eso es todo
querido.
Digo querido y veo
tus ojos todavía pegados a mis ojos
como atados de amor
mirándome mirándome
mientras que nos amábamos
mirándome tus ojos
tu cara toda
tú
y era de vida o muerte
estar así
mirarnos.
Y cierro las ventanas diciéndote
querido
querido y no me importa
que estés en otra cosa
y que ya ni te acuerdes.
Yo me estoy detenida
en tu mirar aquel
en tu mirada aquella
en nuestro amor mirándonos
y voy enajenada por la casa
apagando las luces
guardando los vestidos
pensando en ti
mirándote
sin dejarte caer
anhelándote
amándote
diciéndote querido.
Juegas, un poema de Pablo Neruda
Juegas
Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
¡Ah, déjame recordarte cómo eras entonces,
cuando aún no existías!
.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas los barcas que anoche amarraron al cielo.
.
Tú estas aquí. ¡Ah!, tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas.
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, …
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos, visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse
los crepúsculos en abanicos gigantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueño del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Poema romántico de Pablo Neruda
No verte, un poema de Gerardo Diego
Un día y otro día y otro día.
No verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?
Poema de amor de Gerardo Diego
Para mi corazón, un poema de Pablo Neruda
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Para mi corazón. Poema de Pablo Neruda
Amor y Poesía
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Duerme, un poema de Gustavo Adolfo Bécquer
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes, y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
¡Duerme!
Despierta, miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz, templado rayo,
lámpara transparente.
¡Duerme!
Despierta, hablas y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!
Poema de amor de Gustavo Adolfo Bécquer.
La luna es solo la luna, de Mauricio Bacarisse
La luna es sólo la luna,
y no se parece a nada.
No vale buscarle imágenes,
ni tropos ni semejanzas.
Yo acaricié aquella noche
las breves manos doradas,
las que ni desear pude,
las manos nunca soñadas.
En el río de arco-iris
coreaban mil cascadas.
No eran laderas fluidas
de cordilleras de agua;
no eran tampoco caderas
de las náyades más cándidas.
No eran de piedra ni carne
sino de cosa más clara,
que sigue siendo lo que es
aunque sea destrozada.
Eran un poco de música
única e inesperada,
Sus manos eran sus manos,
en las mías anidadas.
La luna era incomparable,
redonda, contenta y alta.
¡Quién me volviera esa noche,
aunque muriera mañana!
La luna es sólo la luna,
y no se parece a nada.
Poema de amor de Mauricio Bacarisse
Desnudo de mujer, poema de Amalia Bautista
Desnudo de mujer
Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
«Desnudo de mujer», como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste
Amalia Bautista
Hoy quiero, colaboración de Antonia Pinto
Hoy quiero
Hoy quiero
que me acaricie la brisa,
que me bese el viento,
ver como bailan las hojas
y escuchar el trino de las aves sin lamento.
*
Hoy quiero
girar mi cuerpo con los brazos abierto
y mirar al firmamento
hasta caer rendida sobre la hierba,
bajo la luz de la luna y que me cubran los luceros.
*
Hoy quiero
respirar la fragancia de los nardos,
los jazmines y los almendros,
despertar con el canto del gallo
y los rayos del sol mañanero.
*
Hoy quiero
tener ese día,
pasear por el sendero,
contemplar el prado lleno de trigos y sarmientos
y ver a los recolectores felices y contento.
*
Hoy quiero
soñar despierta, abrir mi corazón
y gritar lo que siento,
hoy quiero tener esa noche y ese día….
¡¡ que tanto deseo !!
Poema de amor de Antonia Pinto
Dedicado a mis dos amores Jóse y Alfonso
desde San Fernando-Cádiz
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No intentemos el amor
Poema de amor de Luis Cernuda
Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.
Con una voz insomne decía cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido
viajando hacia nada.
Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra,
como la sombra misma,
como la sombra siempre
rencorosa de pájaros estrellas.
Su voz atravesando luces, lluvia, frío,
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno,
todas puras de nieve o de astros caídos
en sus manos de tierra.
Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.
Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.
Luis Cernuda. poema de amor
Canción de los vendimiadores, poema de Miguel Hernández
Si vas a la vendimia,
mi niña, sola,
volverás con la saya
de cualquier forma.
Y a pocos meses
te rondarán el talle
sandías verdes.
De la vendimia vengo
sola, mi niño,
con la saya ordenada
y talle fino.
De la vendimia
vuelve revuelto el talle
que se malicia.
A la vendimia, niñas
vendimiadoras.
A la vendimia, niña,
que ya es la hora.
¡Si vendimiara
el ramo de tu pecho
y el de tu cara!
A la vendimia, niños
vendimiadores.
A la vendimia, niño,
van mis amores.
Mas con el cuido
de no perder las hojas
ni los racimos.
Enriquezco tu mano
cortando uvas
cubiertas por los soles
y por las lunas.
¡Ay si quisieras
que cortara tus besos
con mis tijeras!
Cuando pisa racimos
tu abarca verde,
tu pie se vuelve sangre,
mi sangre nieve.
Pisa las uvas,
que como mis amores
ya están maduras.
No quiero, de Ángela Figuera Aymerich
No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.
No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.
No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.
No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.
No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.
No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.
No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.
No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.
No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.
No quiero
que me tapen la boca
cuando digo no quiero…
Ángela Figuera Aymerich
Baile moreno, poema de Jesús Ángel Morato
Baile moreno
de aceitunas negras
como tu mirada distante
de esta tarde amarga.
Por la calle las pintadas
ocres suenan a timbales,
sueño de tacones lejanos.
Que se escapa
la niña del baile
de aceituna y amantes.
Su pelo moreno,
sueño de los enamorados,
principio de los besos,,
baila con el mar y el fuego.
Alba de azucenas,
noche de plata y esperanza.
Que se escapa
la niña del baile
de la mano del aire
de la mano de su amante.
Deja a la niña quieta
sin baile y sin amantes.
Ata su esperanza a la noche
y su corazón al aire,
que no vuele,
que se calle,
que no se escape.
Deja a la niña en el baile
pelo negro,
besos de esperanza y sueño.
Poema de amor de Jesús Ángel Morato© 2008
Poemas de amor en español recitados: Amor y Poesía
Las Caricias
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
Manuel Altolaguirre, poesía romántica de la generación del veintisiete.
Poemas de amor famosos para enamorados
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