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Tengo habre de tu boca de Pablo Neruda
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.
Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitatrúe.
Poemas de amor de Pablo Neruda
Estaba tendido, un poema de Luis Cernuda
Estaba tendido de Luis Cernuda
Estaba tendido y tenía entre mis brazos un cuerpo
como seda. Lo besé en los labios, porque el río pasaba
por debajo. Entonces se burló de mi amor.
Sus espaldas parecían dos alas plegadas. Lo besé en
las espaldas, porque el agua sonaba debajo de nosotros.
Entonces lloró al sentir la quemadura de mis labios.
Era un cuerpo tan maravilloso que se desvaneció entre mis brazos. Besé su huella; mis lágrimas la borraron.
Como el agua continuaba fluyendo, dejé caer en ella un
puñal, un ala y una sombra.
De mi mismo cuerpo recorté otra sombra, que sólo
me sigue a la mañana. Del puñal y el ala, nada sé
Romance de la luna, de Federico García Lorca
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
Federico García Lorca
No verte, un poema de Gerardo Diego
Un día y otro día y otro día.
No verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?
Poema de amor de Gerardo Diego
Adolescencia, de Juan Ramon Jiménez
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
desde la dulce mañana
de aquel día éramos novios.
-El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño-.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.
-Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos-.
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
…y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
Poema de amor de Juan Ramón Jiménez
Si te quiero, un poema de Pedro Salinas
Si te quiero, no es porque te lo digo :
es porque me lo digo y me lo dicen.
El decírtelo à tí ¡ qué poco importa
a esa pura verdad que es en su fondo
quererte ! Me lo digo,
y es como un despertar de un no decirlo,
como un nacer desnudo,
el decirlo yo solo, sin designio
de que lo sepa nadie, tú siquiera. Me lo dicen
el cielo y los papeles tan en blanco,
las músicas casuales que se encuentran al abrir los secretos de la noche.
Si me miro en espejos
no es mi faz lo que veo, es un querer.
El mundo,
según lo voy atravesando,
que te quiero me dice,
a gritos o en susurros.
Y algunas veces te lo digo a ti,
pero nunca sabrás que ese «te quiero»
sólo signo es, final, y prenda mínima;
ola, mensaje — roto al cabo,
en son, en blanca espuma —
del gran querer callado, mar total.
Poema de amor de Pedro Salinas
Romance de la luna, luna, de Federico García Lorca. Poemas famosos de España
Ojos oceánicos, un poema amor de Pablo Neruda:
Amor y Poesía. Poemas románticos en español
Nocturno, poema de Juan Ramón Jiménez
Mi lágrima y la estrella
se tocaron y al punto
se hicieron una sola lágrima ,
se hicieron una estrella sola.
Me quedé ciego, se quedó
ciego de amor el cielo .
Fue todo__y nada más___,el mundo
pena de estrella, luz de lágrima.
Poema de amor de Juan Ramón Jiménez
Al amor, poema de Juan Ramón Jiménez
Te he deseado, amor, para un día de oro
en que mi corazón de luz pueda ofrecerte,
rosa tras rosa, todo su redondo tesoro
robado, hora tras hora, al jardín de la muerte.
El sol estará en paz. –Y la vida de antes,
tendrá un color ausente de lunática pena–.
Mi carbón echará por los ojos diamantes,
el cardo de mis huesos brotará la azucena.
¿Será una destellada corona de armonía,
eterna, como un ojo de dios, en la mudanza?
…Si no eres lo que quiero, no vengas todavía.
¡Déjame hermosear perenne la esperanza!
Juan Ramón Jiménez
A pie van mis suspiros, poema de Antonio Gala
camino de mi bien,
antes de que ellos lleguen
yo llegaré.
Mi corazón con alas,
mis suspiros a pie,
Abierta ten la puerta
y abierta el alma ten,
antes de que ellos lleguen
yo llegaré.
Mi corazón con alas,
mis suspiros a pie.
Poema de Antonio Gala
Ven siempre, ven. Poema de Vicente Aleixandre
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.
No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.
La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil,
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia,
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.
No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.
Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
¡Ven, ven, muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!
Amor y Poesía
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